Los alienígenas del filme “Alien vs. Predator” (2004), al igual que los terrestres, son parásitos con un ciclo de vida bien definido. Este ciclo se inicia cuando la larva que habita en un huevo, similar a la de un ave, eclosiona al captar la presencia de un ser vivo donde pueda desarrollarse hasta transformarse en un abrazacaras. El abrazacaras, con forma similar a la de un arácnido, se aferra al rostro de su víctima y se trasporta hasta su abdomen, donde permanece hasta estar listo para evolucionar al siguiente estadio y producir la muerte de su anfitrión. Después de haber salido del cuerpo del huésped, el revientapechos se desarrolla durante un tiempo no determinado, según las condiciones ambientales, hasta convertirse en un adulto con esqueleto perfeccionado, extremidades grandes y mandíbulas fuertes. Por último, y tras cierto tiempo, los adultos se transforman en pretorianos encargados de cumplir con las funciones de reproducción en la colonia.
Pero aunque los alienígenas sean un producto de la ciencia ficción, sí que es verdad que los humanos deben estar siempre alerta de la presencia de parásitos que puedan llegar a vivir en su organismo, alimentándose de ellos, causándoles enfermedades y, en muchas ocasiones, llevando a los sistemas inmunológico y digestivo a un colapso.
Los Ácaros, la Tenia o solitaria, los Enterovirus, la Giardia lamblia, el Toxoplasma Gondii, la Entamoeba hystolítica y los áscaris, etc., son solo algunos ejemplos. La mayoría de estos parásitos se pueden contraer a través del consumo de carne mal cocinada o de alimentos contaminados, del agua no potable o por falta de higiene. Todos ellos afectan principalmente al sistema digestivo, ocasionando síntomas como diarrea, fiebre, pérdida de peso y de apetito, y de no tratarse a tiempo pueden ocasionar daños irreparables.
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